Llegamos al puerto de Tánger Med en la mañana del día de Andalucía. Allí cogimos un taxi que nos dejó en el centro de Tánger. Nada más bajar del taxi, nos invadieron los olores típicos de Marruecos. Desde allí nos encaminamos a nuestra casa durante el puente: la Casa Riera, una residencia llevada por monjas españolas, las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, donde pudimos almorzar antes de comenzar el trabajo.
Tras el almuerzo, nos acercamos a Casa Nazaret, hogar que llevan los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, donde viven 13 chicos con discapacidad intelectual, a los que fuimos conociendo y aprendiendo a tratar. Hablamos con el hermano Mikel y el hermano Pablo. Tras jugar con ellos en una de las salas, les sacamos de paseo por Tánger, porque hacía un día magnífico para pasear. Llegamos por el paseo marítimo hasta la playa, donde había mucha gente jugando al fútbol y unos camellos que le daban un aire desértico a la vistas de la playa.
El sábado a las ocho de la mañana estábamos en Casa Nazaret para ayudar en levantar a los chicos, hacerle las camas, cambiarlos y darles el desayuno. Fue un trabajo duro, pero muy satisfactorio. Por la tarde nos tomamos un té antes de acercamos a la Catedral, donde escuchamos Misa y uno de nuestros voluntarios cantó el Salmo.
El domingo tocaba volver. Con mucha pena nos despedimos del Hermano Mikel y de nuestros amigos de casa Nazaret. Les hemos tomado mucho cariño en tan solo dos días. Aprovechamos para acercarnos a Tetuán, donde dimos una vuelta por la preciosa medina, escuchamos Misa y partimos hacia Ceuta, donde nos esperaba el ferry que nos llevaba de vuelta a casa. Allí nos esperan. Volveremos.
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